40 horas y el derecho a nuestro tiempo
05/05/2024 18:50 en Columnas y opiniones

40 horas y el derecho a nuestro tiempo

 

Jorge Rosales Salas, PhD

Académico de los usos del tiempo

 

Fue ya en 1817 que la frase “ocho horas de trabajo, ocho horas de recreación, ocho horas de descanso” empezó a masificarse. En los 1800, era común que las personas en la fabricación trabajarán  casi 100 horas por semana: turnos de entre 10 y 16 horas durante semanas laborales de seis días. A principios del siglo XX, muchas industrias habían adoptado la jornada laboral de ocho horas, pero la mayoría de la gente seguía trabajando seis días a la semana.

 

Hay varios estudios alrededor del mundo que han demostrado que los empleados son más felices, saludables y productivos cuando trabajan incluso menos de 40 horas a la semana.

 

Chile trabaja más que múltiples países de la OCDE y tiene un PIB por hora trabajada mayor que ellos también. Pero más allá de la productividad y estadísticas ¿Qué rasgos debe tener una actividad para que sea trabajo y qué categoría ocupan actividades como los cuidados, las labores comunitarias o la generación de datos personales?

 

Según el informe de ComunidadMujer: ¿Cuánto aportamos al PIB? (2020); Reflexiones y estrategias para reconocer el trabajo de cuidados no remunerado en Chile, el Trabajo doméstico No Remunerado equivalía el 2020 al 22% del PIB ampliado, más que cualquier otra rama.

 

Adicionalmente, el trabajo remunerado y no remunerado también debe ir acompañados por el descanso y el ocio. El ocio es importante para el desarrollo personal y colectivo. Es una necesidad y modo de expresión personal. El ocio es una realidad polifacética, es mucho más que hablar de cultura, turismo, deporte o recreación, es una realidad que cada individuo actualiza de distinta manera. 

 

Podemos rastrear las raíces de nuestra fobia al ocio y obsesión actual con el trabajo y la eficacia a la idea luterana de que la pobreza es producto de la flojera Las consecuencias de la filosofía anti-ocio de Lutero se evidencian en nuestras cortas vacaciones y nuestra ética de trabajo compulsivo. Los japoneses incluso acuñaron el término “karoshi” que significa “muerte por exceso de trabajo”. Cuanto más eficientes somos, mayor es la presión de producir: se trata de un ciclo sin fin, que deriva de nuestra creencia de que el tiempo jamás debe perderse.

 

Pero las razones por impulsar el ocio son múltiples: Ser un medio para ser más productivas y exitosas; Estar ociosa solo por estar ociosa; Ser una herramienta política para combatir el sistema capitalista; Por razones de neurociencias que indican que hacer nada, real y verdaderamente nada, conduce a un mejor funcionamiento cerebral.

 

Además, para lograr un mayor bienestar para las personas y el desarrollo sostenible de los países se requiere un modelo de políticas públicas que sitúe el tiempo como un elemento central para garantizar una mejor armonización y equilibrio entre las actividades familiares, laborales y personales y el tiempo que se dedica a ellas, como bien se indica en el ODS 5, Equidad de Género, y el ODS 8, Trabajo Decente y Crecimiento Económico. La formulación e implementación de políticas públicas de redistribución del tiempo y el trabajo es imprescindible para la igualdad de género y el desarrollo sostenible.

 

Teniendo en consideración la realidad chilena, se hizo un estudio en el Observatorio de Políticas Económicas (OPES) el 2019, que concluyó que:

 

-Dado que ahora cada empleado trabaja 10% menos horas por semana, habrá un aumento en el número de trabajadores empleados (notar diferencia con horas de trabajo) entre 5% y 8%. Esto implicaría un aumento del número de empleos en el sector formal de la economía entre 200.000 y 300.000 trabajadores.

 

- Si los efectos positivos sobre la productividad son suficientemente altos habría un aumento no solo del salario por hora sino también del ingreso semanal medio del trabajador.

 

 -La hipótesis de los salarios de eficiencia permite inferir que el proyecto de reducción de la jornada laboral tendrá efectos más potentes que una mera subida de los salarios. Así, la liberación de horas para disfrutar en actividades personales en conjunto con un mayor salario por hora, amplifica los efectos positivos derivados de la teoría estudiada.

 

Chile está atrasado más de 80 años en alcanzar la semana laboral de 40 horas, y una gradualidad de 5 años solo precariza aún más el derecho al tiempo de las personas. Debemos seguir luchando por una verdadera conciliación trabajo-vida y alcanzar, en un futuro, una jornada semanal de 32 horas, en una semana laboral de 4 días.

 

Evidentemente, la jornada de 40 horas no lo soluciona todo. La ausencia de una implicación completa de los hombres en el cuidado del hogar y de las personas, no se soluciona solo reduciendo el tiempo de trabajo semanal, aunque este sea un elemento clave. Será necesario desarrollar medidas complementarias, para que esto no suponga “que las mujeres se organicen mejor” si no que, en las parejas, se haga un mejor reparto de los tiempos de cuidado. Esto requiere de un cambio profundo en lo que significa el cuidado, en su valor social y no pueden producirse desde el ámbito laboral exclusivamente.

 

Cuando hablamos de corresponsabilidad lo hacemos en un doble sentido. En cuanto a equilibrar el reparto de responsabilidades y tareas entre mujeres y hombres, y en la necesidad de que las administraciones públicas asuman su parte a través de unos servicios públicos de calidad, que lleguen a todos y todas y que contribuyan al cuidado, especialmente de los que más lo necesitan.

 

En Chile, aún nos queda un largo camino por recorrer para avanzar en la reducción de la desigualdad laboral y salarial entre mujeres y hombres pero, sin duda, la jornada de 40 horas es un paso importante. Por el impacto en conciliación, en igualdad salarial y de oportunidades en la carrera profesional, en salud física y mental, en mejora de la calidad de vida y bienestar, especialmente para las mujeres, defendemos la aportación de la jornada de 40 horas como elemento central en los próximos años y lo sumamos como elemento al debate.

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